Blog de Educación
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Semana 13

Semana del 27 de noviembre de 2017

Esta semana sigo aprovechando el doctorado mientras dure. Aquí en E.U. se está discutiendo una reforma fiscal, que además de ser regresiva en general, podría cancelar la exención de impuestos que tenemos lxs estudiantes de posgrado sobre nuestros tuition waivers. Si esto se aprueba, tendríamos que pagar impuestos sobre nuestras colegiaturas, lo cual sería de difícil a imposible para la mayoría de nosotrxs, dados nuestros sueldos como trabajadorxs académicxs. Las implicaciones para la academia y para la ciencia son incalculables.

Al seguir los acontecimientos de esta reforma fiscal, me di cuenta de que aquí también hay albazos legislativos. La madrugada del sábado, el Senado aprobó su versión de la ley fiscal sin dar tiempo a que se leyera ni discutiera; a pesar de (o quizás por) la presión ciudadana para que no se aprobara. La versión del Senado no es la que contiene la disposición sobre los tuition waivers: ésa está en la versión que la Cámara de Representantes ya había aprobado en noviembre. Ahora ambas iniciativas deben reconciliarse, y está por verse si la disposición permanece en la ley que se finalmente se apruebe.

Nada parece seguro en tiempos de Trump. Cuando ganó, yo ya tenía la beca para venir, pero entre el racismo exacerbado, las amenazas al DACA y el Muslim ban, pensé que quizá no era buena idea. Cambié de opinión cuando recibí cartas oficiales y personales por parte de muchas de las universidades a las que había aplicado, diciendo que su compromiso con lxs estudiantes latinxs e internacionales era inequívoco, que no acatarían ninguna medida que nos pusiera en riesgo, y que nos apoyarían en todo lo necesario llegado el caso. Que no dudáramos en venir. No canté victoria, porque sé que los tiempos políticos en ambos países no dan como para escribir mis planes en piedra[1]; sin embargo, esas cartas fueron conmovedoras y determinantes para mí.

Esto viene a cuento por lo que está sucediendo en la Universidad de Michigan. Un célebre supremacista blanco, Richard Spencer, ha solicitado rentar espacio para hablar dentro de la universidad. Las autoridades universitarias anunciaron que están considerando aceptar. Esto, que viene a sumarse a otras manifestaciones incidentales y estructurales de racismo en los últimos meses, ha detonado la indignación, las discusiones y el activismo por todo el campus.

El tema tiene muchas aristas, pero en última instancia, después de escuchar a otrxs estudiantes y maestrxs, me parece claro que una posible visita de Spencer conlleva riesgos para la seguridad de lxs estudiantes, sobre todo afroamericanxs, y el posicionamiento de la universidad deja muchas dudas respecto a que ésa sea una consideración prioritaria. En este clima, recordé lo que había significado para mí tener un respaldo institucional y personal como estudiante mexicana, y me pareció muy doloroso que una parte de mis compañerxs, que son estadounidenses, no gocen ahora de ese mismo respaldo. Esto es a lo que me refería la semana pasada cuando decía, a propósito de la visita de John Lewis, que las batallas del movimiento por los derechos civiles tenían que ser actualizadas – así como en México tenemos que actualizarnos para enfrentar un autoritarismo que amenaza con regresar, más peligroso que nunca, con la Ley de Seguridad Interior.

               No pretendo volver esto un blog político. De hecho, justamente estoy aquí en el doctorado en atención a las partes no políticas de la educación. Necesitamos desarrollar capacidades mucho más técnicas sobre lo educativo, y necesitamos espacios para hablar de educación más allá de lo político. Pero a veces se impone.

Dado que ya estamos en esta vena, y para no dejar completamente de lado lo educativo, conecto con algo que ha atravesado muchos de los posts anteriores. He hablado de diferentes experiencias y métodos con objetivos para lxs niñxs y adolescentes tales como la democracia y la organización, el fortalecimiento cultural y comunitario indígena, la prevención de la violencia sexual y de género, la educación socioemocional, la habilidad de identificar fake news, o de leer y escribir críticamente. He aprendido también sobre otros como la interrupción del racismo o la agresión antimusulmana, o el posicionamiento ante los episodios difíciles de la historia. La constante parece ser que apuestan claramente por lo que quieren trabajar, y desarrollan las formas apropiadas de hacerlo. No parece haber lugar para generalidades universalistas sobre civismo, como parece que ha sido la tendencia de la educación cívica oficial en las últimas reformas. Confiamos demasiado en la transferibilidad de las habilidades: pensamos que si enseñamos una cosa abstracta y general, lxs niñxs aprenderán otra concreta y situada. Es necesario optar y adoptar abordajes mucho más directos en todo lo concerniente a “civismo”, me parece.

Quiero pensar que los Consejos Técnicos Escolares, las Rutas de Mejora, y próximamente la flexibilidad curricular en el nuevo modelo educativo, pueden ser aprovechados por escuelas o redes de escuelas que tengan este tipo de claridades y quieran desarrollar sus propios enfoques o adaptar otros, idealmente en colaboración con otros actores de la comunidad, de la estructura educativa, organizaciones civiles e investigadorxs, de tal forma que el conocimiento generado tenga más potencia.

Hablando de Consejos Técnicos: en nuestra clase de Teaching and Teacher Education, hablando sobre comunidades de aprendizaje entre docentes, vimos un video sobre mi muy admirado Estudio de Lecciones japonés. Pues resulta que más o menos un millón de maestrxs de educación básica en México lo vieron también en sus Consejos Técnicos el viernes, porque estaba en la guía de sesión. Los memes no se hicieron esperar en Mi planeación de clase. Gracias.

 

[1] De hecho, poco después el mismo programa Fulbright estuvo en riesgo de ser desfondado por el Congreso. Aunque no era la primera vez que se daba esta amenaza, esta vez parecía especialmente factible.