Blog de Educación
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Semana 12

La función de la escuela siempre ha sido y será un tema a debate[1]. En este debate es necesario tomar en cuenta no nada más lo que quisiéramos que la escuela lograra, sino lo que en efecto puede lograr: lo que nos consta que puede lograr, o al menos, lo que tenemos indicios para pensar que puede lograr, y bajo qué condiciones.

¿Qué puede hacer la escuela ante la violencia sexual y de género? En las últimas décadas, años, meses y días, ha crecido aceleradamente nuestra consciencia colectiva del grado en que estas violencias están extendidas. En lo personal, hace muy pocos años que empecé a tener alguna claridad y alguna sensibilidad en el tema, y fue gracias a que se me atravesaron estos maravillosos manuales de la SEP y el PUEG sobre igualdad de género y prevención de la violencia para preescolar, primaria, secundaria y bachillerato -marco conceptual y práctica docente. Y una vez que lo viste, ya no lo dejas de ver.

Gracias a los movimientos feministas, LGBTI y de derechos humanos, la violencia sexual y de género va dejando de estar oculta y normalizada. Se denuncian casos en todos los niveles, pero pareciera que el asunto no tiene fondo. Ahora, por ejemplo, el informe que acaba de publicar el grupo KIND muestra que el creciente número de menores centroamericanxs que migran solxs hacia el norte, especialmente niñas y niñxs LGBTI, vienen huyendo de la violencia sexual y de género en sus familias y en sus comunidades; por desgracia, se enfrentan a los mismos peligros en el camino o en la deportación. Aun si obtuvieran asilo en México, el panorama que enfrentarían no sería nada prometedor.

¿La escuela tendrá algún posible papel en todo esto, especialmente tomando en cuenta que estas violencias están muy ligadas a la impunidad, al crimen organizado, a la pobreza y al machismo en las instituciones y en la cultura? Sería fácil responder que la educación es la respuesta, pero en México ya nos hacemos pocas ilusiones con planteamientos tan simplistas.

Sin embargo, la escuela tampoco puede abstraerse. Lo mínimo que puede hacer, si no quiere caer en la irrelevancia – como muchas veces lo hace - , es brindar espacios y herramientas para que lxs niñxs y jóvenes dialoguen, piensen y se informen sobre lo que está pasando. Claro, es más fácil decirlo que hacerlo. No es un reto al alcance del sentido común de la mayoría de nosotrxs; pero hay quienes han trabajo el tema y nos ofrecen materiales de apoyo, como los manuales que mencioné arriba, entre muchos otros.

¿Se puede hacer algo más desde la escuela? Sí; pero por lo que he visto, tocar vidas implica romper el molde escolar. ¿Qué tal, por ejemplo, este programa en Kenia, que enseña a los niños a NO VIOLAR? Supe también de un programa en Plantel Azteca, a cargo de la organización Generación Viva, que llegaba a lxs adolescentes a través de un enfoque de derechos sexuales y reproductivos, donde la pieza central eran los “planes de vida”: la edad a la que querías tener hijxs, iniciar tu vida sexual, bajo qué condiciones, etcétera. Otro acercamiento a la prevención de la violencia desde la escuela es la educación socioemocional, misma que el Nuevo Modelo Educativo contempla, pero que pocxs sabrían cómo llevar a la práctica. En San Luis Potosí ya se implementa con éxito mediante el modelo Second Step. Aquí en Estados Unidos, la organización PFLAG (Parents and Friends of Lesbians and Gays) ofrece recursos y apoyos para educadorxs comprometidxs con que sus escuelas sean seguras para lxs estudiantes de cualquier orientación sexual e identidad de género. Incluso hay quien logra mucho a título individual, como este maestro colombiano que ayudó a reducir a cero los embarazos en su colegio: “Decidió salirse de la cátedra basada en la religión, que habitualmente se seguía en la institución, para hablar de derechos y diversidad sexual”. Hay hacia dónde voltear y mucho que hacer si queremos tomarnos en serio estos temas en la escuela[2].

Hablando de tocar vidas más allá de la lógica escolar: hoy vengo de un evento con John Lewis, actual legislador, y una de las grandes figuras en el movimiento por los derechos civiles. Es coautor de una novela gráfica sobre su vida y el movimiento; una trilogía que ha sido un verdadero fenómeno editorial y cultural: March. En el evento, además de compartir sus experiencias y conmover a lxs miles que estábamos en el auditorio, John Lewis respondió preguntas de estudiantes, negrxs en su mayoría. Algunxs le pedían consejos muy concretos sobre el activismo anti-racismo que están realizando aquí en Michigan, incluso aquí en la universidad y en la School of Education. La continuidad entre el Freedom Ride de los sesentas y el momento actual fue patente: desgraciadamente los triunfos no pueden darse por sentados, y esta generación tiene que actualizarlos.

Pero más que la intervención del mismo John Lewis, la que quiero compartir en este post es la de Nate Powell, otro de los coautores de March. Powell, que trabaja desde hace años con Lewis en el Congreso, tuvo la idea del libro, convenció a Lewis, hizo toda la investigación y escribió la historia. (Las ilustraciones las hizo Andrew Aydin, que también participó en el evento).

Como parte de su trabajo con Lewis, Powell se preguntaba por qué las nuevas generaciones no sabían sobre el movimiento por los derechos civiles. Según el Southern Poverty Law Center, en Estados Unidos hay algo llamado el Nine Word Problem, que consiste en que lxs estudiantes de bachillerato egresan sabiendo sólo nueve palabras sobre el movimiento -Rosa Parks, Martin Luther King, y I had a dream-, pero desconocen por completo la sustancia. (Me recordó mucho a mí misma, llegando a la universidad sin tener la más remota idea de en América Latina hubo dictaduras – suele suceder). Entonces, Powell se preguntaba cómo acercar esto a lxs jóvenes, con el fin de conectarles con su historia y darles inspiración y herramientas para la acción política.

Eventualmente se respondió que tendría que ser mediante un cómic. Resulta que, durante los cincuentas, también hubo un cómic, Martin Luther King and the Montgomery Story, en el que el mismo Luther King participó, y que fue sumamente influyente. Había que hacer lo mismo ahora. Y más, dijo Powell, porque ustedes son nativxs digitales: su idioma son las imágenes y las palabras, y en ese idioma tenemos que hablarles. Powell se dio a la tarea de entrevistar profundamente a Lewis. Consultó cuantiosas fuentes primarias de la época para recrear diálogos, escenas, detalles. Escribió una historia humana, contextualizada, pormenorizada sobre Lewis y el movimiento. Aydin la ilustró.

La trilogía March ha sido exitosísima, ha ganado premio tras premio, ha impactado a niñxs, jóvenes y adultxs, y se ha convertido en un material didáctico en miles de aulas. Powell contó que, siendo estudiante de preparatoria, una maestra lo vio con un cómic en el salón, y le dijo que lo guardara, que eso no era un libro de verdad. Ahora tuvo ocasión de volver a su escuela y hablar con la misma maestra, ¡que ahora enseña con March!

Sucede lo mismo que con el tema anterior: abordar de verdad los temas sociales en la escuela implica ir más allá de lo estrechamente escolar, y muchas veces, me parece, conectar con personas, organizaciones, movimientos y recursos externos.

En la sesión de preguntas, un estudiante de preparatoria le preguntó a John Lewis: “¿Cómo nos recomienda prepararnos para luchar por la justicia y la igualdad?” “Aprende todo lo que puedas”, le dijo Lewis. “Yo a tu edad no tenía acceso a muchos libros. Tampoco tenía suscripción a un periódico. Pero mi abuelo tenía una, y cuando terminaba de leerlo, nos lo pasaba y lo leíamos de arriba abajo. Lean, aprendan. Manténganse al corriente de los acontecimientos. Y cuando vean algo que les parezca injusto, hagan algo”. “Métanse en problemas buenos y necesarios; pero lo que hagan, háganlo de forma ordenada, pacífica y no violenta”, le dijo a lxs estudiantes este discípulo de Gandhi.

¡Gracias por leer, saludos!

 

[1] Incluso hay quienes no le encuentran ninguna función defendible, y piensan que mejor sería desescolarizarnos.

[2] Esto podría ser especialmente relevante con el Nuevo Modelo Educativo: podría insertarse en el espacio de autonomía curricular, y se podrían usar los recursos destinados a ello para contratar organizaciones especializadas.