Blog de Educación
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Semana 8

Semana del 23 de octubre de 2017

Sobre la Reforma Educativa y sobre cómo llegué aquí.

Empecé en educación trabajando con las primeras escuelas de las que ahora conforman la Red de Centros Educativos Interculturales Wixáritari-Na’ayerite. Estas escuelas fueron creadas por comunerxs y otrxs colaboradorxs para que lxs jóvenes wiráritari no tuvieran que salir de sus comunidades a terminar la educación básica y media superior. Además, se trataba de crear una educación propia, capaz de brindar “las dos armas”: una formación en comunidad, cultura, lengua y producción wixárika; y a la vez, conocimientos occidentales necesarios para defenderse y desenvolverse en un contexto más amplio, así como para quienes siguieran con estudios superiores. Las escuelas fueron construidas y en parte financiadas con recursos comunitarios y de colaboraciones nacionales e internacionales. Lucharon para que se reconociera su plantilla docente, su modelo, su currículo.

Como sólo tenía esta perspectiva rebelde y alternativa (además de mi propia educación en escuelas privadas, ni mi paso por CONAFE, que también está al margen del sistema), desconocía el sistema educativo oficial. La experiencia de trabajar con maestrxs y comunidades con un rol tan activo y creativo en sus propias escuelas, me empujaba a considerar este esquema como el único viable – al sistema oficial lo veía con cierta sospecha, aunque no lo conociera.

Así, cuando a fines del sexenio de Calderón se empezaron a barajar ideas sobre la reforma educativa por venir, me pareció fácil aceptar lo siguiente: Los resultados catastróficos en el desempeño de lxs estudiantes (en ENLACE, EXCALE y PISA), se debían a que el sindicato tenía cooptada la educación para fines políticos y económicos. Las plazas se heredaban y se vendían, y se recompensaba la lealtad sindical (que a veces incluía la partidista) en lugar de los méritos docentes. La solución era que el estado retomara la rectoría de la educación, y que instaurara un sistema de ingreso, promoción, reconocimiento y permanencia en el servicio basado en criterios profesionales. De esa forma, se alinearían correctamente los incentivos, y lxs buenxs maestrxs ahora sí podrían dedicarse y estar motivadxs a prepararse y enseñar como se debe. Había más en el planteamiento de la Coalición Ciudadana por la Educación -de la cual formé parte-, pero ésta era su hipótesis central de cambio. La Reforma Educativa de 2012 retomó a su manera esa hipótesis, con la decisiva mediación de Mexicanos Primero.

Hubo muchas cosas que no vi ni preví en 2011.

No preví que volvería el PRI como volvió, ni que la Reforma Educativa sería su primera gran bandera. No preví que “retomar la rectoría de la educación” iba a implicar un diseño atropellado, albazos legislativos, la autonomía entrecomillada del INEE. No preví el tamaño de la oposición magisterial ni su represión por parte del estado, sobre todo a la parte disidente del sindicato, ni las consecuencias que todo ello traería en afectaciones al servicio educativo en Chiapas y Oaxaca.

No alcanzaba a ver tampoco hasta qué grado el planteamiento de la reforma, aunque en sus versiones más nobles pretendía dignificar, profesionalizar y salvaguardar los derechos laborales de lxs maestros, en gran medida terminaría en lo contrario. (La Reforma Educativa es compleja y tiene muchos aspectos, algunos positivos, pero me estoy enfocando en esta cuestión docente, que es la central y de mayor impacto). Pensaba yo que no íbamos a caer en culpar al magisterio, pero sucedió. Un sector estaba enojado y convencido de que lxs maestrxs tenían que evaluarse para demostrar su valía, o de lo contrario salir del servicio. Se reducía el tema a un asunto voluntarista, ignorando las condiciones socioeconómicas, de formación y laborales del magisterio, y las resonancias eran profundamente clasistas.

Temí, -eso sí-, que los mecanismos para el ingreso, permanencia, reconocimiento y promoción serían inadecuados, pero no imaginé hasta qué grado y con qué consecuencias. No preví que harían tan vulnerable la situación laboral de muchxs trabajadorxs de la educación al dar nombramientos provisionales sin claridades ni certezas. No preví que tantos elementos valiosos del sistema iban a jubilarse antes de tiempo, abrumadxs por las evaluaciones y las sobrecargas de trabajo. No descubrí sino hasta mucho después, que la solución simplista de terminar con lxs “comisionadxs”, disminuiría hasta casi desaparecer la figura del Asesor Técnico Pedagógico. (Hasta ahora los concursos no han logrado remediarlo, ni se ve claro que puedan hacerlo). No preví que este panorama volvería todavía menos atractiva la profesión docente para tantxs jóvenes.

Sobre todo, lo que no entendí en su momento es que la ‘profesionalización docente’ se estaba planteando como un asunto gerencial y no pedagógico. No se apostó por robustecer el saber y el hacer en docencia y formación docente. Lejos de ello, se siguió relegando a las normales, o incluso se las antagonizó, en el caso de las rurales, y se dejó al margen a lxs investigadorxs educativxs.

En 2011, desconocía la filiación neoliberal de muchas de estas ideas gerenciales, venidas de Estados Unidos, que inspiraron en parte lo que se proponía en México. En E.U., estos movimientos de reforma comenzaron con diagnósticos catastróficos sobre la educación, centraron el problema en lxs maestrxs, propusieron debilitar a los sindicatos, desregular y precarizar la profesión, aplicar evaluaciones de alto impacto para la permanencia y los incentivos, pusieron el énfasis en la rendición de cuentas y los rankings… todo esto era un esquema ya transitado y altamente problemático en este país. Lo que pasó en México no es una calca (en México no se ha impulsado algo parecido a las charter schools, ni han tomado vuelo las rutas alternativas de certificación), pero sí se usó la misma hipótesis de cambio. Lejos de ser críticxs con ella, la retomamos. Esta semana me quedó mucho más claro al leer un par de textos para una de mis materias[1]. Adicionalmente, me enteré del papel que juega en todo ello Teach for America, y me motiva a indagar más sobre la versión mexicana, Enseña por México.

¿Cómo fue que llegué a ver y a pensar todo esto? Por un lado, claro, los hechos de la Reforma se sucedieron con rapidez y contundencia a partir de 2012, revelando su naturaleza. Por otro lado, trabajar en el Centro de Estudios Educativos, donde colaboramos con diversos niveles del sistema, y con numerosxs escuelas y maestrxs en varios estados, me abrió los ojos a lo que me pasaba inadvertido al suscribir aquella hipótesis de cambio: lo valioso que ocurre dentro del sistema, sostenido por docentes, alumnxs, comunidades educativas, directorxs, ATPs, supervisorxs, jefes de zona, y funcionarixs de la SEP, comprometidxs desde siempre con la educación. Así, tuve ocasión de seguir el desenvolvimiento de la Reforma, no sólo desde los cambios legales y reglamentarios, sino conforme iban pegando en el terreno, e irlo investigando y reflexionando con lxs propixs maestrxs y con mis compañerxs y jefxs en el Centro de Estudios.

Personalmente, tras todo este recorrido, el papel que me gustaría jugar está en el aspecto desdeñado de la profesionalización docente: el aspecto propiamente educativo. En las aulas de educación básica y media del sistema público, en escuelas privadas, en escuelas alternativas y en las normales; existen saberes y experiencias que es necesario recuperar, fortalecer, sistematizar e incorporar en la formación inicial y continua, de tal forma que lxs alumnxs cuenten con clases excelentes cada vez más por sistema que por azar. En el caso de las ciencias sociales, (mi enfoque), muchxs amigxs y conocidxs con licenciaturas y posgrados en esta área se dedican a la docencia en educación básica o media, en diferentes tipos de escuelas, y ahí desarrollan prácticas innovadoras y de excelencia. Además, en México y América Latina contamos con vitales tradiciones académicas en ciencias sociales, que a mi modo de ver, tienen que informar profundamente la educación básica y media. Creo que este doctorado puede ayudar a prepararme para participar en todo esto, que me parece especialmente necesario ahora, pero que será necesario siempre, antes o después de cualquier cantidad de reformas y revoluciones educativas y no educativas.

Crédito foto: Andrés Pascual Gutiérrez

 

[1] Goldstein, D. (2014). The Teacher Wars. A history of America’s most embattled profession. New York, London, Toronto, Sydney and Auckland: Doubleday, pp. 164-188.

Scott, J., Trujillo, T. & Rivera, M. D. (2016). Reframing Teach For America: A conceptual framework for the next generation of scholarship. Education Policy Analysis Archives, 24(12), pp. 1-29.